
Hace unos días que acumulo mocos, dolor de cabeza y articulaciones…no es gripe, tampoco es un catarro, es esa sensación de «me duelen hasta las pestañas» que sólo notas tú y los demás apenas perciben, así que el malestar no da para ir al médico, ni para acostarte que es lo que me apetece, es un ir por la vida a mitad de revoluciones, como un coche al que se le está acabando el depósito y vas despacito hasta llegar la gasolinera…
Pero amigos, en esta ley de murphy constante que es la maternidad, el nivel de energía de tus churumbeles será inversamente proporcional a toda la que a tí te falte, así que si de normal tienes tres osos pardos que tienes que sacar de la cama con ventosa por las mañanas, llegará el domingo, y tú que te creías que podrías estirar un rato el despertar y descansar tu maltrecho cuerpo, a las 7:30 los tienes a todos reclamando el desayuno…Y llega la tarde del martes y dices «hoy no tengo nada, voy a mostrenquear un rato mientras juegan», pero no, ellos, que normalmente se entretienen durante horas jugando y peleándose como buenos hermanos que son, y que aparecen por el salón para que medies en un: «no me deja el coche azul», «me ha quitado mi globo», «ha sacado el dedo palabrota» , hoy, justamente hoy, requieren de toda tu presencia para una pachanguita al fútbol, un taller de pintado y coloreado de mandalas y purpurina, un rato de baile y tres meriendas of course.
Recuerdo mi primera gripe siendo ya madre como una nebulosa, fue una semana de fiebres y escalofríos con dos peques que amenazaban con amotinarse si mamá no recuperaba su ser, después vino otra gripe como trimadre en la que estuve a punto de sacar bandera blanca y retirarme a casa de mi madre, un monasterio o tirarme al monte para recuperar mi salud física y mental.
Porque la maternidad es preciosa, repreciosa de hecho, lo mejor de la vida, pero hay días de los que no vienen en los libros, hay momentos que evidentemente no te cuenta nadie, no creo de hecho que la gente no lo cuente por esconderlo, es que es una estrategia hormonal de supervivencia o algo en pro de la especie humana porque si todas las madres/padres del mundo publicásemos una foto de las habitaciones/salón/jardín/armarios tras una semana de gripe o similar la humanidad se habría extinguido ya.
Juguetes que esperan ser recogidos, lápices olvidados en el cuarto de baño, tres dibujos en el cesto de la fruta, pelusas tamaño XXL saludándote por donde quiera que vayas, lavadoras en compás de espera y tú has dejado tus fuerzas en el último pañuelo de papel que quedaba por casa, así que resignación y tranquilidad que «nunca chovéu que non escampara»…
Lo que sí os voy a contar es un secreto: a medida que tus churumbeles crecen, su capacidad de empatizar también lo hace…así que si bien para un niño de un año entender la pupa sin un raspón en la rodilla es difícil, no lo es tanto para un niño de 4 o de 7, y ayer pude escuchar las siguientes frases:
- ♥Deja descansar a mamá un rato, que le duelen los brazos.
- ♥¿Te recojo la taza?.
- ♥¿Quieres un masaje?.
- ♥Te dejo los pañuelos por aquí cerca.
- ♥¿Un sana, sana?
Y agradeces todas y cada una de esas muestras de amor: sus manitas que quieren aliviar tu dolor de hombros, su mirada como de penica y un «tienes la nariz muy colorada», sus abrazos hoy menos apretaós para no hacerte daño, el tono de voz un poco más bajo…y de repente, ellos te cuidan a tí, no porque se lo pidas, sino porque te han visto hacer eso mismo y como te mueres de amor, vas y lo cascas, y así puede seguir la humanidad su cauce.
Ay pero qué bonito esto último que cuentas y qué de verdades antes.
Recuerdo sentir una constante presión por no ponerme enferma y estar a la altura los primeros 9 meses después de dar a luz. Mi marido se puso malillo 3 veces en mes y medio y yo sentía horror de que ambos cayéramos y no poder atender a Emma.
Más tarde me tocó el turno a mi. Afortunadamente, entonces el estaba sano, jeje.
Ains…la presión, la culpa…cómo somos!