Se acerca el frío y nos vamos replegando un poco, dejamos atrás mil horas al aire libre y por lo menos por estos lares, que sabemos que en breve volverá la lluvia, el viento y la humedad que todo lo llena vamos pensando ya en las actividades de otoño, los ratos de manualidades y plastilina, libros y mantita, meriendas con chocolate…¿suena bien verdad? El otoño y sus colores, todos felices por el bosque…como en la foto de portada.

Sería cierto sino fuera porque la foto de portada es eso, una foto de un día, de un momento concreto, de ese segundo que decides el encuadre y ¡foto! pero ya está. Nos habíamos ido un fin de semana a Las Cabañitas del Bosque (no es un post patrocinado, pero el sitio mola mil), y fue tan bonito como quisimos vivirlo, en aquel momento teníamos dos peques y se enfadaron y nos comieron a besos todo el finde como todos los días.

Ahora que volvemos poco a  poco hacia dentro quizás dejemos de fijarnos tantos en los niños de los demás y a fuerza de estar con los nuestros nos fijemos en ellos y en nosotras pues podría decir sin exagerar que igual este verano he escuchado o leído más de 200 veces «estaba en la playa y en la toalla de al lado una madre le ha echado una mirada a su hijo que me ha dejado helada» puedes cambiar playa por terraza, parque, cine y ahora en otoño-invierno será supermercado, biblioteca, cole; da lo mismo, nos pasamos la vida juzgando una fracción de la vida del de al lado, nos pasamos la vida hablando de respeto, valores y les compramos a nuestros niños el Monstruo de colores y el Emocionario, pero vemos un gesto airado de una madre en una tienda, una negociación con un caramelo de por medio, escuchamos de refilón una conversación sobre destete, leemos un whatssap donde dice que está harta de no dormir y juzgamos, juzgamos, juzgamos.

 

Que eso que vemos no nos confunda, puede ser la tónica de esa familia, pero es probable que también sólo sea un mal día, un día mierder de estos que la maternidad también tiene…y si vemos a una madre en un parque que ya no sabe qué hacer con su hijo y se echa a un lado y la ves coger aire y poner los ojos en blanco, quizás sea que esa era ya la octava rabieta del niño tras una noche infernal de mocos y vomitonas, y la primera rabieta había sido por el desayuno (demasiado caliente), la otra por la ropa (los calcetines molestaban), la otra por los dientes (porque no sale la pasta como tiene que salir), otra por un juguete roto (del que no se había acordado en meses peeeeero justo hoy sí), otra porque le había empezado la mandarina (y él era mayor), otra porque no quería macarrones (quería tallarines), otra porque no quería siesta (pero se moría de sueño) y la última porque no quería calzarse para ir a la calle (pero quería ir a la calle).

Así que a todas esas madres perfectas, que siempre hacen lo perfecto, que tienen niños perfectos, que se les ocurren actividades perfectas y siempre están en sitios perfectos y los demás no…enhorabuena…pero dudo que nadie pase el test 24 horas/365 días al año…