
No iba a publicar este post, de hecho, estaba dudando de si publicar o no, en Navidad todo se ralentiza en cierto modo pero me acaba de pasar algo y no quería dejar de compartir esta sensación.
Estaba tomando un café, en la tele estaban hablando sobre el caso de Diana Quer, mientras los abogados, guardias civiles y periodistas daban su opinión, en la pantalla no dejaban de pasar en bucle las fotografías de Diana; en algunas, las caras de otras personas estaban pixeladas. La mediana ha llegado al salón para contarme algo de un dibujo que estaba haciendo y me ha preguntado:
-¿Mamá por qué esas caras tienen todas cuadraditos?
-¿Las caras de esos chicos?
-Si, esos.
-Pues porque no pueden o no quieren salir en la tele.
-¿Y la chica sí?
-Si cariño.
-¿Y por qué sale la chica?
-Porque la han matado.
Ha fruncido el ceño un poco, y me ha mirado muy seria, con esos ojos negros que buscan una respuesta de verdad, no edulcorada:
-¿Ha sido su ex-novio?
-No hija, ha sido un hombre, que pensó que podía hacerlo, ella le dijo que no y él se enfadó y lo hizo.
-Pues a mí eso no me va a pasar, que yo le diga que no quiero ser la amiga o la novia de alguien y me mate.
Y se marchó, decidida a su habitación, como es ella, no está especialmente expuesta a informativos, pero sabe que algunos ex-novios matan: con 5 años y yo no puedo evitar sentir un escalofrío.
Porque aunque ella sepa que no es no, aunque ella sepa defenderse, aunque ella sea una niña determinada que no hace lo que no le gusta, no está libre de encontrarse con alguien que crea que puede hacerlo y lo haga.
Los últimos meses no han estado exentos de polémica sobre mujeres, abusos, violaciones, posiciones enfrentadas, frases manidas, feminismo, maternidad y violencia de género, en el caso de Diana, como en otros, se ha juzgado y se ha sacado tanta mierda como se ha podido de la historia de una familia que hoy llora un cadáver. Porque seguimos creyendo que si nos matan, algo habremos hecho, alguna tara tendremos, algo oscuro en nuestra crianza, una falda demasiado corta, una mirada demasiado bonita, una justificación de una desaparición por un divorcio, algo: la culpa es siempre nuestra.
Los debates en el ámbito femenino-maternal últimamente tampoco ayudan: que si el patriarcado te aliena y por eso quieres parir sin epidural, que si rozas la pedofilia si disfrutas de tu lactancia, que si te dominan tus hijos por dormir con ellos…¡por favor!. Las mujeres no necesitamos que otras mujeres nos enseñen a ser mujeres, las mujeres no necesitamos que otros hombres nos enseñen a ser mujeres, las mujeres si acaso, tendremos que reconciliarnos con nosotras mismas, y entender que sólo por el hecho de ser somos valiosas, que nuestro cuerpo, nuestras sensaciones, nuestro útero, nuestros pechos son nuestros…y hasta ahí.
No quiero tener que enseñarle a mis hijas a vivir con miedo, pero sabrán defenderse, no quiero tener que enseñarle a mi hijo que quizás sólo por ser hombre, también dé miedo, pero también sabrá defenderse. Sabrán todos de respeto, hacia su cuerpo y sus deseos y los de los demás. Deseo que vivan abiertos a cuestionarse lo que les cuente, a sentirse libres de preguntar, de ser, de estar, de tomar decisiones.
Porque la culpa no es nuestra, nunca.