disciplina positiva

Puede parecer un título un poco raro y poco enfocado al SEO, pero tengo la mala costumbre de escribir sobre lo que me apetece en cada momento y así me va, el caso es que ayer tuve una conversación por teléfono con una mujer con la que no había hablado nunca y con la que nos echamos unas risas y en vez de hablar de lo que teníamos que hablar nos liamos a hablar de crianza y churumbeles, hablamos de los bonitos que son nuestros polluelos y los desafíos de esto de verlos crecer felices e intensos.

Siempre cuento que tuve bebés «fáciles»: tranquilochos, dormilones y comilones y aún hoy siguen siéndolo, pero un día, un día tu hijo se enfada, o los dos o los tres, aunque mis hijos no suelen sincronizar los mosqueos y son más de «carrera de relevos» y cuando uno ya ha alcanzado el nirvana y la furia queda atrás, es el siguiente el que siente que el mundo está en su contra, tú te enfadas, no entiendes qué pasa, te falta tiempo, te sobra prisa, buscas en tu bote de paciencia y no queda nada y no sabes si podrás recargarlo un poco para apagar este fuego y  entonces buscas, buscas en tu cabeza todas las cosas que sabes del amor incondicional, de la disciplina positiva, de lo fugaz que es la infancia, de lo importante que es validar los sentimientos, haces un repaso mental en tu cabeza de todos los recursos que tienes: intentas abrazarlos pero no quieren, les dices que te quedas y te piden que te vayas, sacas la frase que habéis acordado entre todos para «parar» y tampoco provoca las risas esperadas (que es «caca, culo, pedo, pis, la bandera de París» ya sabéis, los niños y la escatología…), les preguntas «¿es este un problema muy grande, mediano o pequeño?» y con los ojos fuera de las órbitas te espetan que ese «es el problema más grande del mundo mundial ¿o no lo ves? ¿en serio que no lo ves?, porque no hay solo grandes, medianos y pequeños los hay gigantes y éste es gigante, así» y con los brazos abiertos a más no poder te dicen cómo es de grande, recurres a la caja de los besos y dicen que no quieren un beso tuyo nunca más en la vida y que los favores «a partir de ahora te los haces tú», se te pasa por la cabeza coger la botella de la calma pero sabes que sería utilizada en tu contra, les dices que respiren y oyes «¡¡¡ya estoy respirando sino estaría muerto!!!», las cosquillas molestan y la música es «horrorosa y está muy alta»…

Y cuando no funciona nada, yo opto por parar, salir un momento, decirles que ahora vengo, respirar y repetirme «esto lo he elegido yo» y voy dejando que baje toda esa adrenalina como la espuma en un vaso de Coca-Cola y acto seguido me digo «son lentejas Rocío», son tuyos, lo más grande, lo más bonito que has hecho, son niños, ellos no tienen la culpa de su cansancio ni del tuyo, de la falta de tiempo o las prisas, de que le apriete el zapato justo hoy o que el plátano no estuviese todo lo dulce que esperaban y vuelvo, con un poco de paciencia en el tarrito y el corazón tranquilo.

No siempre es fácil, cada temperamento, cada rabieta, cada enfado, cada lágrima cuenta. Hay temporadas en las que navegamos tranquilos y pasan los días y todo fluye, otras en las que nos sorprenden las tormentas como lo hacen las tormentas de verano, que te pillan en medio del campo en sandalias y llueve por tí a mares, y te empapas y de repente para y sale el sol (y hasta el cursi arcoiris a veces), a veces llueve como llovía en Bruselas, todos los días un poco, cansinamente y parece que no se acabará nunca pero siempre se acaba, aunque la humedad, como el mal humor, se nos haya pegado a los huesos un poco.

No soy perfecta y ellos lo saben, se lo he dicho, me he disculpado y les he dicho mil veces que son mis lentejas, y que no puedo hacer como en el refrán, que si quieres las comes y sino las dejas…

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(Nota: Hace unos días, ordenando cajones, me encontré con todas las gafas que he tenido desde que empecé a usarlas, les quitamos los cristales y llevan toda la semana jugando con ellas…se pelean claro, porque aunque hay muchas monturas a veces quieren todos la misma, ¡cómo no!).