
Quizás os sorprenda que sea yo la que os escriba cuando lleváis semanas afanados en preparar sorpresas para mi cumple.
Os he visto coger tijeras a escondidas, disimular cartones, soplar purpurina y gastar pegamento por encima de nuestras posibilidades.
Os he oído llegar a acuerdos sobre si tres postales son muchas, pocas o poquísimas para una madre que cumple 42 años.
Y os voy a decir una cosa, este año el regalo os lo hago yo. Han sido los doce meses más raros de nuestra vida, no los más difíciles porque en el pasado hemos tenido que capear otros temporales, más cercanos, más inciertos, pero estos meses de mundo parado, de confinamiento, de vernos las caras (las buenas, las malas y las regulares a todas horas), de colegio en casa y vacaciones a salvo, de navidades con mesa estrecha, de cumpleaños sin amigos, de pérdidas, de echar de menos, me han serenado por dentro pese a lo que pueda parecer.
La vida ya me había dicho antes que lo importante estaba en las pequeñas cosas, en el día a día…y estos doce meses nos lo ha recordado a diario y nosotros, que hasta ahora hemos tenido suerte en la salud y en las incertidumbres que no han vivido muchas otras familias, tenemos que ser agradecidos, no nos queda otra.
Pero tenemos que ir más allá, quiero que sepáis que estamos en este mundo para hacer el bien, que tener suerte no nos impida mirar a nuestro alrededor y echar una mano, trabajar cada día para un mundo mejor, decir los te quiero a tiempo, disfrutarnos más, equivocarnos con razón o sin ella por estar intentándolo. Os regalo más de mi tiempo, más de mis risas…he dejado por el camino parte de la culpa, algunos lastres, os prometo más verde y más mar cuando nos dejen, más arcoíris, más música, menos pantallas y más acuarelas, fregonas para limpiar los desastres, programas de 30 minutos en la lavadora, caricias y masajes a deshoras, más poesía, más películas, más corazón cuando escucho, más paciencia, baños de agua caliente y espuma, pero duchas más cortitas. Os dejo mis arrugas, que me contéis las canas, los kilos, que me peinéis, que mi cuerpo os sirva aún para pintar tatuajes o llorar las peleas de patio perimetrado…
Os regalo mi vida, que es lo que tengo.