culpa y maternidad

Después de la cabalgata de Reyes habíamos ido a ver un mercadillo de juguetes que ponían en una avenida. Ya había oscurecido. Recuerdo que al verlo pensé «es imposible que me lo traigan los Reyes, ya están de camino y no van a encontrar este sitio» pero a la mañana siguiente allí estaba, entre otros juguetes supongo, inmediatamente le otorgué el rango de «muñeco preferido del mundo mundial».

Dormía con él a diario, cuando estaba nerviosa me lo acercaba a mi cara y respiraba profundamente, ese olor era casa, era calma. Girar el mecanismo que le daba cuerda en la espalda y escuchar su música, entonces se movía como un bebé cuando está a gusto…y yo feliz.

Unos meses después se puso muy de moda otro muñeco, Spy. Tenía una pegatina termosensible en el traje espacial y podías ver su nombre. Los spy del patio de mi cole se llamaban todos igual, todos venían del mismo supermercado pero eso no parecía importarle todas las niñas del patio que estaban requetecontentas con su Spy. Todas menos una, a pesar de que ella tenía la cuna, la trona, los trajes y toda la parafernalia que rodeaba a aquel muñeco que de bonito tenía lo justo.

Mi padre llegó de una navegación y me traía un Spy, un Spy que tenía un nombre diferente a todos los del patio de mi cole, un nombre diferente porque venía del supermercado de otra ciudad, se llamaba KOS y la niña que tenía todos los cachivaches del muñeco se enfadó conmigo. Se enfadó de no hablarme y de hacerme la puñeta unos días. Me sentí culpable, culpable de nada, ya ves, pero no tanto como las primeras noches que Spy durmió en casa.

Me fui a meter en la cama con Spy y con mi muñeco de pelo azul y de repente me asaltaron un montón de preguntas que me hicieron pasar media noche en vela con que ¿siete años?

¿Se sentirá mal el muñeco de pelo azul porque piensa que ya no lo quiero igual? ¿Spy se va a sentir bien en esta casa nueva, notará que le queremos? ¿Abrazo mejor a Spy porque es su primera noche? ¿Pero si el muñeco de pelo azul se pone triste y estoy durmiendo de lado y no lo veo? Total, que yo, que siempre he dormido de lado me pasé unos días durmiendo con un muñeco en cada brazo, cuidando bien de no achuchar a uno más fuerte que al otro, mirando para el techo, repartiendo los besos de forma equitativa y procurando que a los dos les llegase el mismo «buenas noches» no fuera a ser que se pusieran tristes. Con el paso de los días volví a relajarme y a dormir de lado, supongo que aún durante unos días alternando quién dormía frente a mí y quién en la espalda y repartiendo besos pares pero aquella niña del patio no volvió a hablarme.

Hace unos meses encontramos al muñeco de pelo azul, cada vez que le doy cuerda o me lo acerco a la cara para olerlo me da un pellizquito el corazón, me recuerda que la culpa en la maternidad es algo que traemos de lejos…que sacudírsela cuesta, pero que a veces basta con hundir mi cara en la cabeza de mis hijos para sentir que estoy en casa.